El Martiyo Plus

.../// Satélite de El Martiyo -más descansado, aunque no menos grave-, El Martiyo Plus aspira a reunir un material disperso y diverso escrito a través de los años para distintos medios o no, textos inéditos y públicos, intemporales, puntuales o anacrónicos, pero que mantienen cierta vigencia, o nos recuerdan preclaros, con valor de crónica, el futuro que el pasado ya entrañaba en su presente. Artículos, columnas de opinión, reportajes, reseñas, síntesis biográficas, recuerdos, relatos, viajes, amores, batallas y visiones, cosas escritas en redacciones estrepitosas, o en soledades últimas, y que componen, pieza a pieza, el rompecabezas de mi cabeza, que bien podría ser la tuya ///...

Daniel Ares


domingo, 3 de abril de 2011

LA TRIPLE GUERRA DEL FINAL. PARTE IIª: "LA GUERRA DE LAS GOLONDRINAS"

LA TRIPLE GUERRA DEL FINAL
(Parte IIª)

El Martillo Plus entrega aquí la segunda nota de su serie La Triple guerra del Final; trilogía destinada a demostrar –en base a estadísticas de las Naciones Unidas (no a chistes de Borges ni de nadie)- que antes del año 2050, los pobres heredarán la tierra, los ancianos serán exterminados sistemáticamente, y ya no quedará en toda Europa un solo estado democrático.  Si bien esta serie fue publicada por primera vez durante el año 2004, sus estadíticas y proyecciones alcanzan el año 2050, por lo cual no sólo encierran en aquél ayer el futuro que hoy vemos llegar, sino que por lo mismo mantienen su vigencia, y su dramatismo.
Lateralmente, además, nutren y sostienen las visiones contenidas en nuestra sección Europa en guerra, revelándonos al cabo, allá, un paisaje social que no es sino suelo propicio para todo tipo conflictos.
En breve La Guerra del Cerdo concluye la serie.
Hoy La guerra de las golondrinas explica en números nítidos (no en cuartetas indescirfrables), por qué las sociedades desarrolladas, tal como las conocemos ahora, ya no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra, obligadas a parapetarse en una endogamia que las extingue, o a sucumbir a las inmigraciones masivas que acabarán por dominarlas, y finalmente desdibujarlas.

* * *

Mientras las leyes de extranjería y las muestras de xenofobia recrudecen a diario en los países más ricos, sus propias poblaciones no sólo disminuyen sino que también envejecen, en tanto el futuro de sus economías, depende cada día más de la llegada de esos inmigrantes que a la vez tanto rechazan…



 
La guerra de las golondrinas



Por Daniel Ares



El homo sapiens que somos se originó en África hace millones de años, y de allí partió.
Desde entonces la historia del hombre, en esencia, es la historia de sus migraciones. Aunque jamás como hoy, su evolución dependió tanto de tales movimientos... Su evolución, o su destrucción.
Como ya fue expuesto en estas mismas páginas (Ver La guerra de los vientres), en la actualidad las naciones desarrolladas contemplan con sobria desesperación cómo se extinguen y envejecen sus respectivas poblaciones, mientras los habitantes de las regiones por ahora más pobres se multiplican en progresión casi geométrica, en tanto desbordan sus fronteras, atraídos, necesitados -y aún así rechazados-, por los grandes centros de producción y consumo, que, según todos los expertos y sus estudios, pronto ya no podrán sobrevivir sin ellos... sus odiados inmigrantes.
Es un hecho que los sistemas de seguridad social europeos, por ejemplo, fueron concebidos para funcionar en base a una tasa de cinco trabajadores activos por cada pensionado, y es otro hecho que hoy, apenas comenzado el siglo XXI, tales proporciones ya están en serias dificultades. Según los expertos, una alteración mayor podría “colapsar el sistema”. Y esa no es la mala noticia, la mala noticia es que dicha alteración mayor parece ya inevitable.
Las proyecciones realizadas por las Naciones Unidas, concluyen que durante los próximos 50 años la población de la mayoría de los países desarrollados va a disminuir y envejecer como resultado de niveles de fecundidad y mortalidad cada vez más bajos.
Como botón de muestra quizá baste mencionar que en todo el año 2000 la población de la Unión Europea creció en 266.000 personas. Exactamente el  mismo aumento registrado en la India, pero apenas en los primeros seis -¡seis!- días -¡días!- del año.
Así, para mediados de este nuevo siglo, países como Bulgaria, España, Italia y Estonia, por ejemplo, habrán perdido hasta la cuarta parte (algunas incluso un tercio) de su población actual. Al mismo tiempo, según los mismos estudios, la tendencia al envejecimiento persistirá, y así la edad media de sus poblaciones alcanzará máximos históricos; sumando pasivos, mientras resta activos. Por lógica contable, claro, se avecina un desastre.
En Italia, por ejemplo, la edad promedio de sus habitantes pasará de los 41 años registrados en el 2000, a 53 años en el 2050.
Ya en 1996, en las ciudades de Londres y Madrid, los habitantes mayores de 65 años, eran más que los menores de 15.
España, junto con Italia, es hoy uno de los países con menor natalidad del mundo: 1,4 hijos por mujer.
En Estados Unidos, en cambio, las previsiones prometen un crecimiento poblacional para el año 2050, sí... pero no debido a la natalidad, sino a la inmigración.
Desde luego, así, en la mayoría de esos países, lo que se llama el cociente de dependencia potencial (número de personas en edad activa -de 15 a 64 años- por persona pasiva) pasará de 4 y 5 que hay hoy, a sólo 2, y en algunos países, menos aún.
La División de Población de las Naciones Unidas examinó en detalle la situación específica de ocho países y dos regiones con baja fecundidad: Alemania, Estados Unidos, Rusia, Francia, Italia, Japón, el Reino Unido y la República de Corea; y las regiones de la vieja Europa y de la nueva Unión Europea. En tocos los casos las conclusiones aterran, porque las tendencias aterran.
Italia, por ejemplo, sufrirá el mayor descenso poblacional en términos relativos: para el 2050 habrá perdido el 28 por ciento de sus habitantes, y entonces la relación entre trabajadores que aportan, y jubilados que cobran, será de 1.5 a 1. Es decir:  nada.
Y en Alemania ni siquiera eso: allí la relación entre activos y pasivos para el temido 2050, será de 1.1 a 1. Es decir: menos que nada.
Por su parte, y en total, la flamante -y aparentemente poderosa- Unión Europea -cuya población superaba en 1995 a la de los Estados Unidos en 105 millones-, para el año 2050, en cambio, tendrá 18 millones menos que Norteamérica, la cual habrá aumentado su población en un 25 por ciento, y sin embargo, aún así, tampoco Estados Unidos logrará mantener sus actuales cocientes de dependencia potencial... a no ser que importen gente, claro.
Porque esa es la sola salida que les queda.
Lo que los expertos han dado en llamar las “migraciones de reemplazo”.




Para las Naciones Unidas -según su documento titulado Migraciones de reemplazo: una solución a las poblaciones que envejecen-, “sólo la migración masiva de personas de otros continentes permitirá a la Unión Europea mantener el actual equilibrio de cuatro o cinco activos por cada pasivo”, advierte dicho documento, y dice más: “en los países desarrollados, la disminución de la población es inevitable en ausencia de migraciones de reemplazo. Los niveles de fecundidad podrían aumentar en las próximas décadas, pero es improbable que se alcancen niveles de reemplazo en la mayoría de estos países”.
El propio doctor Joseph Chamie -director de la División de Población de la ONU-, sostiene que para evitar el colapso inminente de estos sistemas de previsión, “hay varias opciones”, sí, “pero todas impopulares”. A saber: “una es incrementar la edad de la jubilación o reducir sus beneficios; la otra, aumentar las contribuciones hechas por los trabajadores y los empleadores; y la tercera, aumentar las migraciones”.
“Todas impopulares”, seguro.
La primera, porque nadie quiere perder los beneficios conseguidos; la segunda, porque nadie quiere pagar más de lo mucho que ya paga; y la tercera… porque nadie quiere a los demás.
Las frecuentes, constantes, y cada vez más brutales demostraciones de xenofobia registradas en las grandes capitales de nuestro tiempo; y las cada vez más duras leyes de extranjería impuestas en los países más desarrollados, bien reflejan hasta qué punto, dichas migraciones suponen trastornos culturales, políticos, sociales y religiosos, que transforman esta última solución, en un nuevo problema repleto de problemas. 
No hace tanto, en setiembre de 2001, la Organización Mundial para la Migración anunciaba que la población del norte desarrollado declinaría de tal forma, que antes del año 2025 los países industrializados tendrían que recibir sin protestar “más de 300 millones de inmigrantes”, si es que pretenden evitar o sanar los efectos de una población que envejece mientras se extingue.
Según tales consejos, Estados Unidos deberá dar ingreso a 150 millones de extranjeros, mientras que los países europeos precisarán de 159 millones de inmigrantes.
De lo contrario, si todo sigue como va hoy, para el año 2050, el 47% de la población europea estará jubilada, y el número de menores de 59 años, habrá caído en un 11%.
Por ejemplo: sólo para mantener –no ya para aumentar- el número de activos que tenía en 1995, la Unión Europea deberá importar antes del año 2025 más de 24 millones de inmigrantes. Pero, si lo que en realidad se pretende es mantener la actual relación activo/pasivo, entonces la vieja nueva Europa deberá digerir otros 123 millones; lo cual supone el ingreso anual de 5,3 millones de personas… de esas mismas personas que hoy esos mismos países expulsan, acorralan o deportan todos los días de la vida.
Porque “el número de inmigrantes que haría falta para evitar un descenso de la población activa en los países desarrollados -según la ONU-, es ya mayor al que precisan para evitar un descenso de la población total”. En algunos casos, como el de la República de Corea (hasta hace tan poco un país de emigrantes), o el de Francia, el Reino Unido o los Estados Unidos; el número es varias veces más elevado.
Claro que, si tales flujos se produjeran, los inmigrantes llegados después de 1995 -y sus descendientes- representarían para el 2050 un porcentaje sustantivo de la población total de los países mencionados. En casos como los de Italia, Alemania y Japón, la proporción alcanzaría picos de hasta un 30 y un 39 por ciento…
La pregunta entonces es: ¿seguirán esos países recurriendo a la práctica del sufragio universal para elegir a sus gobernantes?... Porque de ser así, por lógica contable, las minorías de hoy serán las mayorías del mañana, y las mayorías de hoy… ¿Seguirán?...
La alternativa parece no tener alternativas. Tal como se las conoce hoy, las sociedades de los países desarrollados no podrán sobrevivir sin los inmigrantes que tanto rechazan, pero, como vemos, tampoco si los aceptan…
Quizás desde ya vale imaginar para fines de este siglo una España en manos de los árabes de nuevo, o vuelta colonia de sus viejas colonias; o a la cámara de los comunes británica dominada entonces por hindúes, pakistaníes y ugandeses; o la aria Alemania regida por musulmanes turcos, o… ¿o los unos y los otros aprenderán a convivir algún día?...
Es de esperar que sí, claro... Aunque de momento la xenofobia, la esclavitud encubierta, el tráfico de ilegales, y la trata de blancas, tejen la trama de la historia, y así  la guerra de las golondrinas recrudece con las horas, no con los años...
William Shakespeare diría: “un cielo tan turbio no se aclara sin una tempestad”.
Es de esperar que sí, aunque de momento...



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La madre patria que nos parió

Según informó en febrero último el Ministerio de Trabajo de España, de los incontables inmigrantes (incontables porque no hay forma de contarlos) que hoy sobreviven allí de manera ilegal, 800 mil estarían en condiciones de tramitar su permiso de residencia definitiva. La mayoría de ellos son de origen latinoamericano. El 10 por ciento, argentinos.
Claro que los trámites no son sencillos ni rápidos. Demoran años, y en el tejido burocrático que imponen, queda atrapada sin solución la gran mayoría, la cual al cabo será deportada o, en el “mejor” de los casos, esclavizada. Porque a la dureza propia de las leyes de extranjería, se suma subterránea la postura de los empleadores, para quienes resulta mucho más redituable mantener en negro a sus empleados.
En las décadas finales del siglo XIX, y hasta la Primera Guerra mundial, se estima que entre 50 mil y 150 españoles por año emigraron a Latinoamérica, en especial, a las todavía colonias de Cuba y Puerto Rico. Pero después de la Guerra Civil, y hasta fines de la década del ‘50, ese número fue superado. Sólo que entonces los países preferidos eran Venezuela y Brasil, y, en primer lugar, la Argentina. Claro que tales hombres de muy buena voluntad, nunca supieron nada sobre leyes de extranjería ni esclavitudes encubiertas ni deportaciones inexplicables…
Hoy, en cambio, allá, los centros de inmigrantes latinoamericanos -sobre todo en Madrid, Valencia y Barcelona-, se ven abarrotados por las denuncias de explotación, persecución, maltrato, y otras formas de la xenofobia de una madre patria capaz de parir, pero, como se ve, también de olvidar.  . 




Carne de burdel

Según la Organización Mundial para la Migración, las mafias dedicadas a la trata de blancas operan como verdaderas multinacionales y llegan a importar hacia Europa, cada año, unas 700.000 mujeres convertidas en  carne de burdel. Estas mujeres, engañadas y desesperadas, huyen de la guerra o la miseria, y luego en destino son amenazadas y obligadas a prostituirse. Tan sólo Europa del este nutre el mercado del sexo con 100.000 mujeres por año. Ucrania reconoce que en los 10 últimos años 400.000 de sus mujeres fueron transformadas en mercadería sexual. Ya en España, en cambio, predominan las latinoamericanas (49%), seguidas de las africanas (38%), mientras que sólo el 13% son europeas.
Si se tiene en cuenta que sus “empresarios” se quedan con el 90 por ciento del precio pagado por el consumidor, se trata de un negocio aún más rentable que el narcotráfico. La policía de Colombia estima que hoy hay 50.000 de sus mujeres atrapadas en estas redes, y que la venta de colombianas reporta a sus responsables algo más de 55 millones de euros por año, mientras su explotación en los prostíbulos les deja unos 1.000 millones de euros anuales.  
Estas también son historias de inmigrantes.




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Fuentes: ONU (Organización de las Naciones Unidas), CEPAL (Comisión económica para América Latina y el Caribe), OMS (Organización Mundial para la Salud), Consejo Pontificio para la Familia, OIJ (Organización Iberoamericana de la Juventud), y otras.
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