(Parte Iª)
El Martillo Plus inicia una serie de tres notas destinada a demostrar –en base a estadísticas de las Naciones Unidas (no a chistes de Borges ni de nadie)- que antes del año 2050, los pobres heredarán la tierra, los ancianos serán exterminados sistemáticamente, y ya no quedará en toda Europa un solo estado democrático.
Y no son profecías, son matemáticas.
La guerra de los vientres, La guerra de las golondrinas, y La guerra del cerdo fueron publicadas en el año 2004 por la revista dominical que la empresa CIMECO producía para sus diarios del interior. No importa. Pese al tiempo transcurrido, estos textos no sólo contienen en aquél ayer el futuro que hoy es presente; sino que al alcanzar sus proyecciones los mediados del corriente siglo, mantienen también su vigencia, y su dramatismo.
Lateralmente, además, nutren y sostienen las visiones contenidas en la sección Europa en guerra de El Martiyo, revelándonos al cabo un paisaje social que no es sino suelo propicio para todo tipo conflictos.
Hoy, para comenzar, La guerra de los vientres, informe que rápidamente da por abolida la vieja y falsa pesadilla de la superpoblación de la Tierra , para reemplazarla por una aún más densa: la despoblación de la Tierra.
* * *
Contra todos los pronósticos aullados a fines del siglo XX, el nuevo drama de la humanidad no será la superpoblación de la Tierra, sino su despoblación.
Las últimas estadísticas marcan una caída en los índices demográficos sin precedentes desde los tiempos de la peste negra. Los países desarrollados son los que más sufren esa merma, en tanto los otros, los pobres, crecen, desbordan sus fronteras, y avanzan en una guerra que ya tienen ganada.
La guerra de los vientres
Por Daniel Ares
Mientras el imperio de nuestro tiempo y sus aliados más ricos avanzan sobre el planeta aplastando a quien no se arrodille; esas mismas potencias libran en simultáneo otra guerra más importante -aunque más silenciosa-, y que ellos ya saben que tienen perdida: la guerra de los vientres.
Según todas las últimas estadísticas de los más serios organismos internacionales, parece que por fin los Evangelios cumplirán con su palabra, y que pronto los pobres heredarán la Tierra.
Las cifras no imaginan ni opinan: avisan. Los estudios hechos por la División de Población de las Naciones Unidas, informan que durante el último lustro del siglo XX, la tasa promedio de crecimiento en Europa fue de 0.0, la de África 2.4, 1.6 la de América Latina, y 1.4 en Asia. Esto significa que para el año 2025 habrá 200 millones más de latinoamericanos, 500 millones más de africanos, y 1.100 millones más de asiáticos… pero 20 millones menos de europeos.
La invencible Inglaterra -el gran aliado de los aliados-, no será un gran aliado en esta guerra. Las proyecciones dicen que crecerá, sí: los 59 millones de hoy serán un millón más dentro de veinte años… pero para entonces sus siempre insatisfechos súbditos del Commonwalth habrán superado y por mucho esos tristes guarismos: tan sólo Kenya, Tanzania y Uganda crecerán los 60 millones que tendrá Inglaterra en total; Nigeria, que hoy tiene 112 millones, pasará a tener 180 para el 2025; Bangladesh también alcanzará los 180 (178,8 millones, se estima), y Pakistán, que hoy tiene 157 millones, pasará los 263… En la guerra de los vientres, la invencible Inglaterra más bien parece acorralada.
Y esta vez Europa la continental, no podrá ayudarle. La poderosa nueva Unión del viejo continente, también está sitiada. Su tasa de crecimiento es 0.0, con índices negativos en más de diez países.
La eterna Grecia, ya no se anuncia eterna. En los próximos veinte años perderá unos 700 mil habitantes, mientras sus tan expansivos vecinos, los turcos, sumarán sin esforzarse 22 millones más.
En el mismo tiempo, Portugal caerá en otros 700 mil habitantes, España perderá 3 millones, y los italianos 6. En cambio sus vecinos más próximos y más pobres, Marruecos, por ejemplo, aumentará su población en 10 millones de personas, y Argelia en 15.
Los indestructibles alemanes unificados, son, hoy, 82 millones… pero no quedarán más de 80 para el 2025.
Y todos los nuevos socios de la vieja Europa central recién anexada, tampoco servirán de nada en esta guerra.
La última tasa promedio de crecimiento, en Europa oriental, fue negativa: -0.2. En veinte años habrá un millón menos de húngaros, los búlgaros se reducirán en un millón doscientos mil, Rumania perderá tres millones de personas, Lituania se quedará sin el 10 por ciento de su gente, y Letonia sin el 20. No. Nada debe esperar la vieja Europa de esta nueva Europa más vieja que la anterior.
Francia crecerá. Durante el último lustro del siglo pasado marcó una tasa positiva de 0,2; y aunque hoy sólo tiene 59 millones de habitantes, las proyecciones auguran que para el 2025 tendrá más de 61 millones... Poco y nada si se mira cómo crecen los pueblos desposeídos de sus posesiones en África. En veinte años, Burkina Faso, Mali y Benin, duplicarán su población. Níger irá aún más lejos: de 10.7 millones hoy, llegará a 21,5 millones. La Costa de Marfil –por muchos nativos que hoy maten las tropas francesas- crecerá en 9 millones de personas; Senegal en 7; y el Congo, las dos republicas del Congo, también duplicarán sus poblaciones hasta pasar los 110 millones cuando Francia recién alcance sus 61… y doscientos años de imperio ya no le sirvan para nada.
(A propósito del Congo: el ex Congo belga crecerá en 53 millones de personas, mientras Bélgica, en ese lapso, perderá 300 mil habitantes de los 10 millones que le quedan).
Y de más está decir que en este plano -en esta guerra-, los Estados Unidos, la superpotencia de las potencias, ni siquiera cuentan. Porque la 110 aerotransportada podrá reducir a polvo la resistencia iraquí, pero las cifras dicen que entre 1995 y 2000, los norteamericanos (todos, afros y latinos incluidos) crecieron nada más que un 0.8, contra el 1,7 de Irán, el 2,8 de Iraq, y el 2.9 de Afganistán, por nombrar sólo tres de sus muchos problemas...
La población norteamericana crecerá, es cierto: los 280 millones de hoy serán 326 en el 2025. Cuarenta y seis millones más. Mucha gente, seguro… Pero es que en ese lapso, América Latina y el Caribe -su ya legendario y siempre problemático patio trasero -, habrán incrementado su población en 180 millones de resistentes… Solamente México, Brasil y Argentina aportarán 90 millones, el doble de lo que sumarán todos los Estados Unidos unidos. Y ese día su magnífica máquina militar tendrá que estar muy bien aceitada, porque sus antiguos partenaires tampoco podrán ayudarlos…
Japón tiene la cifra de crecimiento más baja de Asia: 0.2. Para cuando la guerra de los vientres libre su batalla decisiva, el viejo noble imperio habrá perdido los cinco millones de habitantes que en el mismo tiempo habrá sumado su temible archienemigo Corea del Norte…
Pero acaso peor esté Rusia. El Oso inmortal, tumba de todos los ejércitos, se extingue desesperado. Según investigaciones hechas por el Goskomstat (Comité de Estadísticas del Estado), hoy la población rusa vive una de las crisis demográficas más graves de su historia, con una merma casi tan rápida como en los días de la masacre de la Segunda Gran Guerra.
Desde la caída de la Unión Soviética, la población descendió en 3,3 millones de personas, y las autoridades prevén para los próximos quince años una baja de 22 millones. La séptima parte de la población actual. El propio Vladimir Putin alertó a su pueblo reconociendo públicamente que en los primeros diez meses del siglo, el país habia perdido 550 mil habitantes. "Algo así como si una pequeña capital regional hubiera desaparecido", dijo. La Organización Mundial de la Salud, informó que en Rusia mueren de manera prematura unas 700 personas por día (más de 250.000 por año), y que dos de cada tres embarazos terminan en abortos. La última tasa de crecimiento, claro, fue negativa: -0.2… No, tampoco Rusia podrá ayudar a nadie.
Y en cuanto a China -el gigante recién despierto que hoy apabulla al mundo con sus más de 1300 millones de habitantes-, valga decir que al cabo de tanto control de la natalidad por fin consiguió una de las tasas de crecimiento más bajas de Asia: 0.9… en tanto a su alrededor, sus vecinos más hambrientos -Nepal, Bangladseh, Pakistan, Laos, Vietnam, ¡La India!-, superan marcas de 1,7 con picos de 2,9. Se estima que en las dos décadas que vienen, los países nombrados, apenas, sumarán más de 500 millones de orientales. Sólo la India crecerá 200 millones, y de mantener este ritmo, en cincuenta años, China ya no será el país más poblado de la Tierra. Ya no.
Así las cosas, desde este punto de vista, resulta ser que lo que hoy parece una avanzada, no es más que una resistencia; y lo que hoy se llama resistencia… acaso sea la única avanzada.
Como sea que fuere, todo indica que para mediados de este siglo la guerra de los vientres habrá terminado, y que por fin los pobres heredarán la Tierra.
Esa es la buena noticia.
La mala es que ricos y pobres nos extinguimos todos.
La mala es que ricos y pobres nos extinguimos todos.
El primer día de Navidad, habitaban el mundo 250 millones de personas. Nos tomó quince siglos duplicarnos. Recién cuando Colón pisó sus Indias, fuimos 500 millones… Pero apenas cinco siglos más tarde, una mañana, despertamos convertidos en más de cinco mil millones. ¡En sólo quinientos años nos habíamos multiplicado diez veces! Pánico. En breve la humanidad sería sepultada por su propio peso. Pánico.
Y no. Contra todos los temores aullados por científicos, poetas y profetas a fines del siglo XX, la catástrofe que viene no será la superpoblación del planeta, sino, muy por el contrario, su despoblación.
O aquellas voces fueron por demás persuasivas, o sencillamente se equivocaron. Porque es cierto: arrasamos los bosques, se acaba el agua, perforamos la atmósfera y muchas especies se extinguen, sí, pero nosotros también. No viviremos la tragedia de la superpoblación. Nos agotamos.
Las nuevas estadísticas más confiables registran una caída en la población mundial que no encuentra precedentes desde el horror de los días de la peste negra, 650 años atrás. El sociólogo Ben Wattemberg, en su libro titulado "Menos - (de qué forma la nueva demografía de la ausencia de población va a condicionar nuestro futuro)". dice, avisa: "La cantidad de nacimientos y la tasa de fertilidad nunca bajaron tanto, durante tanto tiempo y en tantos loguares en los últimos 650 años". Según Wattemberg, "en la década del 70, los porcentajes mundiales de fertilidad eran de alrededor de 6 hijos por mujer. Hoy, el promedio es de 2,9 y se vislumbra que bajará más todavía".
A mediados de este mismo año (2004), desde las páginas de The Observer, la ministra de comercio británica, Patricia Hewitt, exhortó a sus compatriotas a que tengan hijos, y fue tajante: “de lo contrario pronto nos quedaremos sin fuerza laboral para sostenernos”.
Ante la crisis rusa, Anatoly Sudoplatov, profesor de la Facultad de Demografía de la Universidad de Moscú, dijo que la disminución de la población tendría un profundo impacto en la economía del país: "estas tendencias demográficas detienen cualquier intento de elevar el nivel de vida en Rusia, porque el gobierno tiene que destinar grandes cantidades de dinero para mantener una población vieja y enferma".
Ya en 1998, el Vaticano, en un documento publicado por el Consejo Pontificio para la Familia, informaba que “la caída de la tasa de fecundidad se extiende a un número creciente de países en vías de desarrollo, de tal manera que en la actualidad 51 países (de un total de 185), que representan el 44 por ciento de la población mundial, están por debajo del umbral de reemplazo de generaciones. En otros 15 países el número de defunciones es superior al de nacimientos”, y advertía que: “desde hace demasiado tiempo, la mayor parte de los discursos sobre la población difunden un tópico global y erróneo, según el cual el mundo sería prisionero de un crecimiento que conduciría a una "explosión demográfica". El Consejo Pontificio, que siempre contradijo estas previsiones alarmistas, se complace en constatar que después de mantener durante treinta años tales augurios, ciertas agencias de la ONU empiezan a reconocer la verdad de los hechos demográficos”.
Lo cierto es que en las regiones más desarrolladas, la pirámide social se invierte dramáticamente.
No hace mucho la revista norteamericana Foreign Affaire, publicó un artículo de Peter Petersen donde el experto en finanzas y dueño de bancos, alerta sobre los muchos peligros del envejecimiento de la población: “Hasta la Revolución Industrial sólo el 2 o el 3% de la población superaba los 65 años de edad. Hoy esa cifra en el mundo desarrollado es de 14%. Para el año 2030 llegará al 23% y en algunos lugares al 30%. En los países ricos actualmente hay tres trabajadores para cada jubilado. En el 2030 sólo habrá uno y medio por cada jubilado, y en países como Italia y Alemania, sólo 1,1. La población total de Europa occidental y Japón disminuirá a la mitad de su nivel actual a fines del próximo siglo. Durante los próximos treinta años los países desarrollados tendrán que encontrar los fondos equivalentes al 9 a 16% de su PBI para afrontar las jubilaciones”.
Cada vez más el futuro es un juego de preguntas que no gustan... ¿Qué pasará cuando una minoría de jóvenes despierte un día esclavizada por una ancianidad descomunal?... ¿Qué pasará cuando los grandes centros de producción y consumo se queden sin mano de obra?... ¿Un ejército de clones podrá resolverlo?... ¿O todo el poder a los pobres?... ¿Se entregarán así nomás los ricos y poderosos de hoy?... ¿O aún la resistencia tiene un plan?
El Consejo Pontificio para la Familia, en el mismo documento antes citado, sostiene que “sobre esta base alarmista (el temor a la superpoblación), diferentes agencias de la ONU invirtieron y siguen invirtiendo medios financieros considerables con el fin de obligar a muchos países a poner en práctica políticas maltusianas”, y allí mismo denuncia que “muchos de estos programas, siempre vigilados desde el exterior, tienen medidas coercitivas de control de la natalidad. Incluso, la ayuda al desarrollo es regularmente condicionada a la puesta en marcha de programas de control de la población, incluyendo la esterilización forzada, o realizada sin conocimiento de las víctimas”. Y cita casos: la India, Brasil, Perú…
Según las mismas Naciones Unidas, en los países desarrollados el porcentaje de partos asistidos por profesionales es de 99 por ciento, y sólo de 53 por ciento en los países en vías de desarrollo. En los países desarrollados, por año, mueren 23 de cada mil niños menores de cinco años; y casi 500 por mil en los otros países. Las cifras de educación y salud, no proyectan un futuro mejor.
En setiembre de 1995 expertos de todo el mundo se reunieron a puertas cerradas en San Francisco para avistar el siglo XXI… Y no les gustó lo que vieron. Vieron que un 80 por ciento de la humanidad vivirá a expensas del otro 20 por ciento porque no habrá puestos de trabajo para más; vieron guetos apartados para los ricos y grandes ciudades abandonadas a los pobres; vieron a los pobres desbordando sus fronteras naturales arrastrados por el hambre, pero también atraídos y necesitados por los grandes centros de producción y consumo que poco a poco se van quedando sin mano obra… y vieron que todas esas migraciones no eran sino la caja china de un solo conflicto repleto de conflictos, económicos, políticos, raciales, religiosos… Vieron lo que ya se ve: en los próximos 25 años habrá 2000 millones más de personas, y el 97 por ciento de ese crecimiento se concentrará en lo que hoy es el mundo desarrollado. Vieron lo que ya se ve: los unos van por los otros, y los otros se defienden como pueden.
¿Hay esperanzas? Muchas. Pero no por este camino. Por este camino todo indica que la guerra de los vientres quizá termine pronto, sí… pero como en toda guerra, tampoco esta vez habrá vencedores, sólo vencidos.
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Si fuéramos cien…
Si se contrajera toda la población de la Tierra a 100 habitantes, habría 57 asiáticos, 21 africanos, 14 americanos, y 8 europeos. 52 serían mujeres, 48 hombres. 70 serían de color, 30 blancos, 70 no cristianos, 30 cristianos. 6 personas poseerían el 59% de toda la riqueza, y los 6 serían norteamericanos. 80 vivirían en condiciones que están por debajo del estándar, 70 serían incapaces de leer, 50 sufrirían de malnutrición, 1 estaría a punto de morir, 1 a punto de nacer, y 1 (sí, sólo 1) recibiría educación universitaria, y sólo 1 (sólo 1) tendría computadora
Números patrios
Actualmente la Argentina representa el 0,6 por ciento de la población mundial con 37.5 millones de habitantes y una proyección de 47,2 para 2025, y de 55 millones para el 2050. La tasa de crecimiento en el último lustro medido fue de 1,7, con una mortandad infantil estimada en un 44 por mil, una tasa de fecundidad de 2,67, y un 86 por ciento de los partos asistidos profesionalmente. Más del 45 por ciento de los menores de quince años vive en condiciones de pobreza, y un tercio de ellos ni siquiera consume las proteínas necesarias para asegurar su normal crecimiento. En los últimos diez años la cantidad de personas que vive en villas de emergencia, se duplicó. El 45% de esa población tiene menos de 14 años. Sólo el 19 por ciento de los universitarios terminan su carrera. El 53 por ciento de ellos pertenece al sector de mayores ingresos, contra el 1,3 por ciento de los más pobres. Entre 1995 y 2000, la tasa de delincuencia creció un 65 por ciento, y en el mismo lapso, se duplicó población de las villas de emergencia. El 45 por ciento de esa población tiene menos de 14 años. El gasto anual pero capita en salud es de 483,6, dólares, y de 405,8 en educación. En los últimos cinco años a partir de 1999, la desocupación entre los jóvenes pasó del 31 por ciento, al 60.
El cataclismo de la inequidad
El ingreso promedio en los veinte países más ricos es 37 veces mayor que el de las veinte naciones más pobres. Esa brecha se duplicó en los últimos 40 años. 358 multimillonarios poseen tantos bienes como 2.500 millones de personas, casi la mitad de la población mundial. El 20 % mas rico del mundo decide el 85 % del PBI, desarrolla el 85 % del comercio y posee el 85 % de los ahorros. El 95 % del crecimiento mundial de la población se concentra en las zonas mas pobres del globo.El número total de personas que viven en la pobreza absoluta aumentó de 1.000 a 1.200 millones en los últimos cinco años. En los países ricos, EL 1 % de los niños no llegan a cumplir los cinco años, en los países más pobres el 20 % de los niños no alcanza esa edad. Un 15 % genera la tecnología, un 50 % puede utilizarla, y el resto son excluidos tecnológicos.
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Fuentes: ONU (Organización de las Naciones Unidas), CEPAL (Comisión económica para América Latina y el Caribe), OMS (Organización Mundial para la Salud), Consejo Pontificio para la Familia, OIJ (Organización Iberoamericana de la Juventud), y otras.
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Próxima entrega: La guerra de las golondrinas (en breve aquì).
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