El Martiyo Plus

.../// Satélite de El Martiyo -más descansado, aunque no menos grave-, El Martiyo Plus aspira a reunir un material disperso y diverso escrito a través de los años para distintos medios o no, textos inéditos y públicos, intemporales, puntuales o anacrónicos, pero que mantienen cierta vigencia, o nos recuerdan preclaros, con valor de crónica, el futuro que el pasado ya entrañaba en su presente. Artículos, columnas de opinión, reportajes, reseñas, síntesis biográficas, recuerdos, relatos, viajes, amores, batallas y visiones, cosas escritas en redacciones estrepitosas, o en soledades últimas, y que componen, pieza a pieza, el rompecabezas de mi cabeza, que bien podría ser la tuya ///...

Daniel Ares


sábado, 9 de abril de 2011

LA TRIPLE GUERRA DEL FINAL.- Parte IIIª: "LA GUERRA DEL CERDO"


* * *

La humanidad no crece, pero envejece.
Desde 1956 las Naciones Unidas observan cada vez más preocupadas el envejecimiento poblacional, que amenaza con hacer colapsar todas las previsiones sociales, y con ellas, el futuro de todos.
La baja en las tasas de natalidad y el aumento en la expectativa de vida, auguran un mundo difícil donde las minorías jóvenes serán sometidas por una masa cada vez mayor de población pasiva.
¿Acatarán los unos a los otros?
¿O más bien se disponen a un espantoso enfrentamiento ya alucinado por Adolfo Bioy Casares?.


La guerra del cerdo


Por Daniel Ares


En su novela Diario de la guerra del cerdo Adolfo Bioy Casares nos impone un futuro atroz en el cual secretos comandos juveniles asesinan ancianos más o menos impunemente porque ya ni la sociedad ni el Estado soportan mantenerlos. El mundo se agota, los viejos cada vez son más, cuestan demasiado, y ya no producen nada. Temible ficción que podría convertirse en realidad en cualquier momento según todas las estadísticas y proyecciones; mientras algunos hechos de la actualidad nos dicen que acaso la guerra del cerdo ya comenzó.
Baste apuntar que para el año 2050 por primera vez en la historia del hombre las “personas de edad”  (eufemismo oficializado internacionalmente para clasificar como anciano a cualquiera que tenga más de 65 años), serán más que los jóvenes. Y entonces éstos, claro, ya no darán abasto con aquéllos.
Ese día los trabajadores del mundo verán qué poco rinden ya sus muchos esfuerzos, porque la mayor parte será devorada sin retorno por los… por las personas de edad… Porcentajes cada vez más altos de sus sueldos serán retenidos por el estado para financiar jubilaciones, pensiones, internaciones, operaciones, pos-operaciones, medicamentos, prótesis, vacaciones, y cada vez menos funerales, porque el hombre, para su gracia o su desgracia, según todo lo indica, vivirá cada vez más…
Sólo que para entonces, si el mundo no abandona sus hábitos democráticos, las personas mayores serán mayoría, y, por lógica aritmética, ejercerán el poder, obvio. Y así los jóvenes -esas minorías- no tendrán más remedio que acatar lo que les manden. ¿O tendrán otro remedio?... Porque así las cosas, cada trabajador deberá trabajar cada vez más y cobrar cada vez menos… ¿Acatarán?.



Y  es que suena casi milagroso que en apenas cinco décadas de inversión científica, la medicina haya elevado el promedio de vida hasta casi triplicar el porcentaje universal de personas de edad.
Hoy las expectativas de longevidad para los nacidos entre 1985 y 1990, es de 61.1 años, (74 en las naciones desarrolladas, y 59 en los países en desarrollo). Desde 1970/75, apenas en treinta años, el promedio universal subió casi en 4,5 años. 2, 7 en las naciones desarrollas, y 5 años en las otras. Mucho.
La misma población mayor está envejeciendo. El grupo de edad que crece más rápidamente en el mundo, es el de personas de 80 años o más, que aumenta a una tasa anual de 3,8%. Hoy dicho grupo representa una décima parte del total de personas mayores; pero a este ritmo, para el 2050 habrá aumentado en un 400%, representando entonces, ya, una quinta parte del total. Muchísimo.
Tanto que en abril del 2002, en Madrid, la Segunda Asamblea mundial sobre el envejecimiento de la población –organizada por las Naciones Unidas-, calificó la situación, textualmente, de “terremoto demográfico”, y allí elaboró un informe, que también textualmente dice:
“Al inicio del siglo XXI, la población del mundo incluía aproximadamente 600 millones de personas de edad, tres veces la cifra registrada 50 años antes. A mediados de este nuevo siglo, habrá alrededor de 2.000 millones de personas de edad, lo que significa que una vez más este grupo se habría triplicado en un lapso de 50 años”. 
En otro de sus párrafos, advierte además que “a nivel mundial la población de personas de edad aumenta considerablemente más rápido que la población total”.
Un terremoto demográfico, más vale. 
Porque desde luego todo esto afecta seriamente lo que llaman los expertos el “cociente de dependencia potencial”, es decir, el número de personas entre 15 y 64 años, por cada persona de 65 o más. Este cociente marca la “carga de dependencia que afrontan los trabajadores potenciales”. En el presente, la incidencia real del envejecimiento demográfico, se aprecia en esa tasa de dependencia potencial, que ha disminuido en los últimos decenios, y que según otra vez los expertos, seguirá disminuyendo. Y mucho.
Entre 1950 y 2000, el cociente de dependencia potencial cayó de de 12 a 9 personas en edad de trabajar, por cada persona de 65 años o más. A mediados de este siglo, se prevé que caerá a sólo 4 trabajadores por cada jubilado. Y en algunos países, ni siquiera eso.
Hace poco, en estas mismas páginas (Ver La guerra de los vientres), citábamos el grito desesperado de la secretaria de comercio británica Patricia Hewitt, quien exhortaba públicamente a los ingleses a tener hijos: "O no vamos a tener fuerza laboral", avisó, gimió... 
Hoy, según Joseph Chamie -director de la División de Población de la ONU-, en el continente europeo quedan todavía 5 trabajadores por cada jubilado, pero se estima que antes de que promedie el siglo que corre, ese número habrá bajado a sólo dos por uno, y en algunos países, ni siquiera eso.
El doctor Chamie citó casos puntualmente desastrosos: Italia, por ejemplo: de los 57 millones de habitantes que tiene hoy, para el año 2050 no quedarán más de 41 y entonces la relación entre trabajadores que aportan, y jubilados que gastan, será de 1.5 a 1. En Alemania también: 1.1 a 1… Por suerte el doctor Chamie propuso algunas alternativas de solución “Hay varias opciones –dijo-, pero todas impopulares. Una es aumentar las migraciones, otras es incrementar la edad de la jubilación, las contribuciones hechas por los trabajadores y los empleadores… o reducir los beneficios de los jubilados”. Todas impopulares, seguro. Pero a corto, mediano, o largo plazo, también inevitables...
Según la temible profecía lanzada por la prestigiosa revista Foreign Affairs, en su número de febrero del 2003, “Durante los próximos treinta años los países desarrollados tendrán que encontrar los fondos equivalentes al 9 a 16% de su PBI para financiar a sus jubilados”. Y entonces, claro, los trabajadores deberán trabajar muchísimo, y no esperar demasiado a cambio. ¿Acatarán?...
La situación en Europa es dramática, sí. Pero en América Latina, lo que viene tampoco es una fiesta.



“En América Latina el número de personas mayores de 60 años se incrementará  en forma sostenida en todos los países de la región”, informa un estudio reciente de la División de Población de la CEPAL, que dice allí: “Los 41 millones de adultos mayores existentes en la actualidad, aumentarán a 57 millones entre los años 2000 y 2025, y a 86 millones entre 2025 y 2050. La región tendrá 98 millones de adultos mayores en el 2025, y 184 millones en el 2050”. Dicho en términos proporcionales, el porcentaje aumentará del 8 % en el 2000, a 14.1 % en el 2025, y a 22.6 % en el año 2050. Mañana temprano.
Para colmo aquí la población adulta mayor crecerá a un ritmo más elevado que en los países ricos: 3,5 por ciento contra el 2.4… Y mientras para mediados de siglo el número de personas de edad será triplicado, el porcentaje de niños, descenderá del 33% al 20%. Las proyecciones generan vértigo: en menos de tres decenios, tres cuartas partes de las personas de edad de todo el mundo vivirán en países en desarrollo, que, para entonces, claro, no habrán tenido tiempo de alcanzar el desarrollo necesario con el cual contener semejantes trastornos. Llegado ese día, sencillamente, ya no habrá jubilaciones para nadie, o… o ya no habrá jubilado que no precise trabajar. Un desastre.
En las regiones más desarrolladas, hoy, nada más que el 21% de los hombres de 60 años o más son económicamente activos, mientras que en las regiones en desarrollo, el 50% los hombres mayores tienen que trabajar. En cuanto a las mujeres, en las regiones más desarrolladas, sólo trabaja el 10%, y el 19% -casi el doble-, en estos países nuestros. Un desastre que, según todo indica, no hará más que agravarse...
 Porque ni los sistemas de salud, ni tampoco la educación lograrán mitigar –ya no contener- la inequidad por venir.
En el 2000, en las regiones menos desarrolladas, casi la mitad de las personas de 60 años o más eran analfabetas. Sólo el 30% de las mujeres, y poco menos del 60% de los hombres, sabían, por lo menos, leer y escribir. Para la misma época, en las regiones desarrolladas, la alfabetización rozaba la universalidad. Un contraste y su desastre.
No. Ni en Europa, ni en América Latina lo que viene es una fiesta.
Para mediados de siglo, el terremoto demográfico del que ahora hablan los expertos, abrirá dolorosas grietas en la vida de todos.
Por primera vez en la historia habrá más jubilados que trabajadores, y entonces esos pocos trabajadores deberán vivir para esos muchos jubilados… o todos los hombres y mujeres del mundo, todos nosotros, deberemos trabajar hasta morir sin descanso jamás. El doctor Chamie tenía razón: “hay muchas opciones, pero todas impopulares”.
En el verano del 2003, como una plaga bíblica, una ola de calor arrasó Europa y mató a miles de personas. Sobre todo en Italia, en España y en Francia… Y en todos esos países las autoridades perplejas tuvieron que informar sobre cientos y cientos de cadáveres de ancianos que no reclamaba nadie…
En 1997, en Gran Bretaña, la Scotland Yard descubrió que los hospitales públicos de Londres ejecutaban un plan tácito, callado pero sistemático, para dejar morir o acelerar las muertes de los ancianos con enfermedades terminales.
En Hungría, dos años después, sucedió algo parecido. Las ambulancias paseaban por toda Budapest sin ningún apuro cuando cargaban atrás un anciano moribundo.
La guerra del cerdo tal vez ya comenzó.


  

Pampa vieja

Y otra vez el mundo incluye a la Argentina. Es más: la División de Población de la ONU, considera que una población está envejecida cuando más del 7 por ciento de sus individuos tiene 60 años o más. Y Argentina ya superó esa marca. De los casi 37 millones que somos, las personas mayores de 65 años representan el 9,9 por ciento. El 10, bah. Es mucho. Más si se considera no sólo el estado real de nuestros sistemas de salud y previsión, sino también el constante aumento en la esperanza de vida, que hoy alcanza los 72 años para los hombres, y los 80 mujeres; pero que hace sólo tres décadas era de 61 para los hombres, y 70 para las mujeres. Esto ubica a la Argentina entre uno de los países que más envejece en el mundo, y uno de los primeros en Latinoamérica. Según proyecciones de la CEPAL: en la Argentina del 2050, 1 de cada 4 personas será mayor de 65 años. Entonces una vez más la imaginación nacional será seriamente desafiada… O nos convertiremos todos en terribles personajes de Adolfo Bioy Casares.


* * *
Fuentes: ONU (Organización de las Naciones Unidas), CEPAL (Comisión económica para América Latina y el Caribe), OMS (Organización Mundial para la Salud), Consejo Pontificio para la Familia, OIJ (Organización Iberoamericana de la Juventud), y otras.

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